Suelo ir todas las semanas a una clase de media hora de abdominales porque el monitor que la da me gusta mucho. No me refiero a que sea atractivo, sino a que realmente me gusta, es de los típicos que te hace sufrir y la música que pone me motiva y los ejercicios suelen estar bien trabajados. Me lo paso bien, vaya.
Bueno, vale... y tambien él está muy bueno.
Así que allí estaba yo con la colchoneta bajo la espalda, mirando al cielo, aguardando a que ese Adonis viniera a darnos un poco de caña para hacer nuestra media hora de abdominales, que es el único ejercicio que me gusta porque puede hacerse tumbado (eso otro que se os está ocurriendo NO ES UN EJERCICIO, listillos).
Entonces llegó ella. Con paso firme, cogió una colchoneta y se tumbó en el suelo, mientras todos expectantes nos mirábamos un poco sorprendidos. No dijo "Buenas tardes", en realidad no dijo nada salvo un seco "boca arriba subimos uno, dos, tres, cuatro" y así continuó durante varios minutos. Todos obedecimos como borregos mientras echábamos de menos algo de música que nos marcase el ritmo. Por fín un suicida valiente se atrevió a sugerir a nuestra teniente O'neil particular que, tal vez, podría poner música. Fue peor el remedio que la enfermedad. Puso una canción al azar mientras, con ritmo completamente dispar, seguía diciendo números en escala ordinal, ora ascendente, ora descendente. El caos era absoluto. La señora de mi derecha resoplaba mientras su cara se iba poniendo cada vez más roja y alcanzaba un mayor volumen. La teniente seguía disparando números mientras gritaba al pobre incauto que había pedido la música cosas del estilo "ahora no tienes excusa así que quiero verte arriba, abajo, siete, ocho, nueve, diez".
Llevábamos una eternidad cuando por fín miré el reloj de pared y descubrí no sin desazón que, en realidad, faltaban casi veinte minutos y yo ya chorreaba del esfuerzo. La señora de mi derecha a estas alturas de la película ya era un clon de la reina roja de la peli de Tim Burton, y los del fondo de la sala ya reían por no llorar mientras la teniente (¿O ahora se dirá tenienta?) seguía a su ritmo y a su bola con el "mil, dos mil, tres mil, cuatro millones" cuando, entonces... entonces llegó él. Con su cuerpo atlético, su sonrisa profidén y su cuerpo atlético, su cara de niño bueno y su cuerpo atlético. He dicho ya que tenía un cuerpo perfectamente definido, a la par que atlético? No, no os confundáis, no era el monitor, era un alumno desconocido para mí lo cual no es muy dificil si tenemos en cuenta que en mi gimnasio debe haber diezmil socios, pero bueno...
La O´Neil les fue a hablar (ah, es que en realidad ese dios griego venía acompañado de una fémina pero... a quién le importa eso?) y les dijo "ya sólo queda un cuarto de hora o un poco más" pero, en su mundo paralelo y feliz ante la idea de aumentar su lista de damnificados, les dejó pasar igualmente (no me extraña, al ritmo que llevábamos íbamos a salir de allí con abdominales de acero -y alguna con una cabeza de tamaño globo-), y continuó con su festín, ahora abdominales inferiores, ahora laterales, ahora isométricos, ahora... me duele sólo recordarlo, aunque para dolor, dolor, el que tengo desde hace dos días, que cada vez que me viene un estornudo ya no sé qué hacer para evitar crujirme las entrañas.
Finalmente O´Neil terminó con nosotros (literalmente en algún caso) y yo me fui a una clase de Spinning para terminar de molerme las entretelas. Y entonces, oh feliz casualidad, Apolo (ese del cuerpo atlético) se me puso al lado. Bueno, quien dice al lado dice con dos bicicletas por el medio pero eso le quita romanticismo al asunto. Total, que estuve toda la hora de clase mirando a la monitora, porque justo en el reflejo del espejo de detrás de ella podía admirar a mi Hércules con todo el descaro del mundo.
Estoy empezando a darme cuenta que este post no suena muy asexual.
Pues entonces mejor no digo nada de cuando me fui a la ducha y se puso en la de al lado. Ni de cierto trípode del que hizo gala. Ni de que... no, no voy a hablar de nada de eso. Sin embargo, os diré que la clase de abdominales ha sido muy eficaz. Dos días y medio después de las agujetas, aún sonrío pensando en lo que pueda depararme... la clase de esta semana, jajajaja.