Ya sabéis que no me gusta dar demasiados detalles de mi vida privada que luego me venís a acosar, pero para contaros esta anécdota algo tendré que desvelaros. Así que si mi vida os importa un pimiento (gracias, fans de ASMA, a vosotros os tengo preparada una sorpresita en cuanto pueda llevarla a cabo) podéis seguir de largo.
Trabajo (lo cual ya es novedad en nuestras actuales circunstancias) en el sector sanitario (nunca lo hubiérais pensado, verdad?) y el otro día una paciente vino por una incontinencia urinaria. Normalmente yo soy una persona muy prudente, porque me educaron así y porque, supongo, nos va en el carácter a la mayoría de gallegos. El caso es que suelo guardarme mis opiniones personales para evitar meteduras de pata, pero a veces se me olvida que no puedo ser yo mismo en mi trabajo, porque no es lo mismo estar entre amigos que entre "usuarios" (así es como dicen ahora que se llama a los pacientes).
Claro, decía normalmente. Pero el otro día, cuando ví a aquella buena señora contándome sus problemas cuando se levantaba para ir a mear de una silla y no siendo capaz de llegar al baño sin orinarse, la verdad que me dio tanta pena que, al darme cuenta que la trataban los urólogos (y esto es una de las verdades universales que nadie te diría nunca, pero los urólogos son a los hospitales lo que Eric Moussambani a la natación) pasó de mi cerebro a mi boca, de mi lengua a mis pulmones y de allí a los oídos (atónitos) de la tipiña la idea de que lo mejor que había para la incontinencia urinaria en mujeres era que se comprase unas bolas chinas.
La que armé.
...o cuánta razón en eso de que una imagen vale más que mil palabras, porque no le hizo falta decir ni una. A poco que sepas de lenguaje corporal, he superado en la escala de aquella mujer el grado de degenerado sobradísimamente. Tan azorado me puse que hasta los colores se me iban y se me venían, y una compañera -que muy dignamente aguantó la carcajada mientras sucedía todo- me echó luego la culpa por no darme cuenta de que vivir en el "bando nacional" es algo que marca a fuego.
Si es que con lo guapo que estoy cuando cierro mi boquita.