Prometí hacer una entrada para continuar mi cabreo del día anterior. Una entrada en la que iba a explicar el por qué estoy cada vez más convencido que lo único que buscan estos mentirosos que ¿dirigen o digieren? el país es que la propia europa nos eche del euro para poder hacer así lo que les salga del nabo. Una entrada en la que iba a exponer las ventajas que para nosotros ciudadanos podría tener que nos rescatasen e impusiesen un gobierno competente y no este hato de ignorantes chupacuartos que viven en las cortes. En donde dijese que no podemos ser el país de la OCDE con mayor ratio de políticos por habitante y el menor de trabajadores del estado. En donde hablase de la ignorancia rancia y cobarde que transmite Gallardón -y todos los que le bailan el agua- con el tema del aborto. Pero no lo haré. No porque no tenga ganas, no, ni porque me falte razón, si no porque ya he llegado a un punto de tal cabreo que sólo me queda esperar que me den una razón -la última, en realidad- para hacer la maleta e irme a buscarme el destino que yo merezco y no el que me ofrecen.
Así que, mientras espero a que la ineptitud de quienes nos (des)gobiernan me ponga de patitas en la calle -si es que ese momento llega-, me he puesto a pensar en cómo conseguir hacerme rico sin dar palo al agua. Y he llegado a la conclusión, mi querida -escasa, pero fiel- audiencia, de que en esa frase llevo mi propia salvación. El palo que tengo que dar es exactamente eso: un palo.
Porque, desde que el mundo el mundo (y eso es mucho, mucho antes de que cualquiera de vosotros existiera), la fama, el reconocimiento y el prestigio, incluso las felicidades más oscuras, llevan forma de palo. Pongan un palo en su vida y encontrarán la felicidad. Y a los hechos me remito:
- Si a un caramelo le ponemos un palo, se crea en Chupachups.
- Si fuera un paño el empalado, habríamos inventado la fregona.
- Poned un palo a los muñecos de cualquier niño pequeño. Con una pelotita tenemos el futbolín.
- Coge el palo de la escoba si tu marido no te hace caso.
- Y, por supuesto, si en realidad el problema es que tu marido no funciona... Sí, efectivamente, un palo fue el primer consolador (y no gasta pilas).
Así que, hala, ahí os dejo, que yo, sinceramente, estoy esperando encontrar algo a lo que meterle un palo. Y si es un político... siempre podré empalarlo.