domingo, 2 de enero de 2011

El curioso caso de los vecinos del tercero

     El hecho de comprarse una casa tiene un montón de interrogantes asociados cuya existencia sólo vas conociendo a medida que van pasando los días, y a la mayoría de ellos respondes por inercia sin estar muy seguro de la respuesta correcta. ¿Gas Natural o calefacción eléctrica? ¿Cortinas de riel o de barra? ¿Podrás poner este toallero en esta pared o al taladrar terminará tu cuarto de baño siendo una sucursal de Venecia? Pero hay una pregunta cuya respuesta continúa latiendo durante días, semanas, meses, incluso años y que en muchas ocasiones no puedes llegar a responder con certeza. ¿Con quiénes compartes tu edificio? 

     Los ves todos los días en el portal o en el ascensor. Los hay jóvenes, maduritos, algunos incluso decrépitos, fumadores, alcohólicos, adictos al sexo o a comprar en los Chinos. Pero, realmente, a cuántos de ellos has llegado a conocer? De la inmensa mayoría ni siquiera llegamos nunca a ver sus viviendas, mucho menos a compartir intimidades -salvo cuando alguno se da un festín de fín de semana y hace más ruido del conveniente-.

     Viene todo esto a cuento por el episodio que me sucedió hace un par de meses, cuando estaba buscando a los presidentes de mi comunidad de vecinos para pedirles una llave para poder instalar el teléfono. Lo primero que me llamó la atención fue el hecho de que, una vez hube llamado a la puerta, la presidenta de la comunidad, desde detrás de su puerta, me preguntase que qué quería, que hasta yo me miré de arriba a abajo a ver si es que llevaba pintas de castigador o algo por el estilo. Pero asumiendo que el miedo es muy libre, me expliqué. Aunque, claro, la señora no me escuchaba porque tenía la puerta de por medio y yo puedo ser educado pero no me voy a desgañitar para darle gusto a cualquiera, por muy presidente de comunidad que sea. Finalmente me abrió la puerta. Le expliqué toda la historia de la llave y fue en busca de la misma, a una habitación al fondo de un pasillo largo y desangelado adornado por cuatro casquillos de bombillas que son tan modernos y que también yo he decidido dejarlos en alguna habitación al menos una temporada mientras no gano para pagar las cortinas (de rieles, por cierto, que son más fáciles de combinar según me dijo mi cortinero-tarzán del que ya os hablé). Entonces apareció su sombra. Una oscuridad se cernió sobre el pasillo. A su paso, una mueca en los labios de la presidenta me hizo presagiar que algo malo se avecinaba. Una alarma se encendió en mi instinto de supervivencia, que como buen gallego lo tengo hiperlativo (aunque no voy a ponerme a fardar, no es lo único hiperlativo que tengo). Dos pasos más, y su sombra se hizo carne y ante mí apareció el marido de la presidenta. 

     Rostro cerúleo, palidez cutánea, rictus inexpresivo, si ha de venir a mi memoria algún adjetivo sólo se me ocurre Mister Hide, más por lo de oculto que por otra cosa. Hoy, he vuelto a encontrármelo en el ascensor. Un hola, un hastaluego, y de nuevo ese mismo escalofrío que me recorre hasta el tuétano. Si creyera en los vampiros, sabría donde habita uno de ellos. De la historia de la llave no hay más que contar, hice la copia y se la devolví al día siguiente. Del qué se alimentan en su hogar, espero por el momento mantener la ignorancia. Pero por si acaso llevaré un hisopo con agua bendita cerca.

7 comentarios:

  1. Muy bueno el relato Z.
    Es cierto, pasas tu vida y ni conoces a tus vecinos ni ellos saben lo más minimo de ti.
    Asi que de las sombras surgió el Resplandor :)
    Que buena pelicula.
    Un saludo

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  2. Yo conozco a dos vecinos tuyos y no quiero conocer a más jajajajaja.

    Tu ya estás aquí?? pensé que volvías el domingo! avísame ok?

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  3. Buf, el mundo vecinal es un territorio lleno de sorpresas. Y sobresaltos. La pinta del hombre este parece tremebunda, pero no has descrito su voz, que debe ser inquietante...

    ¿Estás o no estás?

    Besos

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  4. Realmente no sé qué es peor, cari... si esos vecinos misteriosos que nunca llegas a conocer, o esos otros pesados que se empeñan en confraternizar y te están todo el día sonriendo e invitando....

    Nosotros como en madrid vivimos en un chalet nos relacionamos menos con los vecinos, aunque con los mas cercanos es inevitable cuando nos encontramos todos quemando la carne en la "churrasqueira! jajaaj


    Bezos.

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  5. JAjaja, para los curiosos, estoy de paso, pero mañana me voy de nuevo a mi retiro espiritual con mis abus. Que un día os tengo que contar la historia de mi abuela ciclista, porque si alguno aquí (:P) tiene la abuela fantasma, la mía se metió a deportista a sus 89 años :)

    Los vecino, Theo, son un mundo lleno de sorpresas, sí. Y de su voz no te hablo porque sólo le escuché susurrar y me dio un miedito que te cagas.

    Have a nice day, no te digo ná que ya te he visto hoy en el cine y aún debes estar en shock.

    Eurice, talmente de acuerdo contigo en todo. Desde que leí la colmena (hace de eso mil años) no he podido evitar pensar que somos como abejas pero nos ignoramos completamente. Salvo alguna reina que anda por ahí suelta y que se cree que toooodos orbitamos a su alrededor, pero de eso ya hablaré otro día. Por cierto, personalmente, la colmena es el único libro de Cela que me ha merecido la pena leer. Claro que he leído dos y medio, pero como soy así de guay, no me voy a molestar en leerme más. Que además era un señor que me caía muy mal (menos en cierta entrevista con mercedes milá).

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  6. ajjajajaj yo no hice casting cuando me compre mi casa, y definitivamente, creo que viene bien, porque algo que se nos escapa cuando lo hacemos, y que despues nos estamos arrepintiendo toda la vida, jajajaja. Tengo yo unos cuantos, que pa que, pa que alargarme más jajajaja.

    Un beso cielo

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  7. alárgate, alárgate! Jajajaja. Los vecinos nos influyen más que algunos amigos. Al menos los vamos a ver más veces (y en algunos casos, a escuchar, que hay que ver qué pasión tienen algunos los viernes a la noche...)

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